Un visitante ajeno a nuestro planeta, que examine las diferencias de las sociedades humanas y animales encontraría que esas “diferencias” son triviales en comparación con nuestras semejanzas. Nuestras vidas, nuestro pasado, nuestro futuro, están ligados inevitablemente al cosmos, a los cuerpos celestes, al paciente universo…Nosotros que hemos visto los átomos que constituyen la naturaleza y las fuerzas, que esculpen estos campos eliseos…Nosotros que incorporamos los ojos y oído y pensamiento y sentimiento, del cosmos, hemos empezado a preguntarnos sobre nuestros orígenes.
Como estrellas contemplando las estrellas, somos uno, colecciones organizadas de 10 billones, de billones, de billones de átomos, contemplando la evolución de la naturaleza, trazando el largo camino por el cuál llegamos sin saberlo y por variabilidad al planeta tierra, nuestra verdadera parte intima de objetos cósmicos, de flama universal, nuestras lealtades son a las especies y al planeta.
Nuestras obligaciones de sobrevivir y florecer no es un derecho solo nuestro, sino también del antiguo, sabio y vasto cosmos del cuál provenimos, del cuál proviene nuestra madre tierra.
Somos solo una especie.
Somos como estrellas, cosechando la luz solar.